viernes, 3 de septiembre de 2010

CAPÍTULO XXXII. Más despedidas

Mi último día completo como no podía ser de otra manera lo aproveché para despedirme de la gente con la que he compartido mi estancia. En primer lugar fui a despedirme de Xavier, el director de Fundación Infantia, pero no le encontré en la oficina, sino en Mumedi, el restaurante en el que teníamos menú de empleado, un local muy "moderno y alternativo" en el centro histórico. Fui al albergue a despedirme también de las chicas de Fev., es increíble cómo sienten la sensación de abandono y había algunas que al principio no querían ni hablar, con caras apenadas. La verdad que es de donde más me a costado despedirme, había formado un buen grupo. Coincidí también con Isaías, que por cierto, uno de los dibujos que me hizo os lo enseño a continuación:



Hablando un poco de todo, he de decir que en algunos momentos he sentido un poco la discriminación. No tanto la discriminación por ser extranjero, que también la he sentido aveces con el acento (aunque parezca mentira, el mismo idioma cambia completamente), sino más bien supongo que por estética. Esta es una sociedad que vive con miedo diario, miedo que inculcan los medios de comunicación y las propias vivencias personales. El miedo se puede ver en la cara de la gente, en las acciones y reacciones, en las miradas, pese a ser una sociedad insensibilizada con imágenes y realidades sociales, que conviven con la violencia a diario y dada en cualquiera de sus ramas. Un par de anécdotas que me han sucedido en mi estancia, aparte de las típicas reacciones de agarrar el bolso, agachar la cabeza, cambiarse de camino, no entrar en el mismo vagón de metro que yo... el otro día sin más iba por la calle caminando a agarrar el metro, y una chica de unos 35 años que iba delante mía, miró un par de veces de reojo, y a la tercera dio un suspiro como de pánico, y se echó a un lado de la acera como protegiéndose y mirándome... de verdad IMPRESIONANTE. Yo no me lo podía creer, me sentí hasta culpable por no se muy bien el qué.

Otra anécdota de este tipo fue que, en muchas tiendas tienen la puerta cerrada y tienes que llamar para que te abran. Pues bien, el colmo fue que el otro día iba a preguntar algo en una tienda, y la muchacha me miró, y no me quiso abrir... eso si me cabreó: pendeja!


Para ir cerrando el día y después de despedirme de algunos colegas con inbatibilidad en el Pro-Evolution (el Español es el rival a vencer), esta noche invitaré a Kurry y a Niko a cenar como despedida, por su gran hospitalidad y hacerme sentir como en mi propia casa, dejandome entrar a formar parte de su familia en DF.

MUCHAS GRACIAS DE CORAZÓN

Esta foto es de hace casi un mes, pero es la única que tengo que salimos los tres.

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